La Biblioteca


La Biblioteca Popular de Bella Vista, fue creada por la Fundación Pedro Milesi con el objeto de rendir homenaje a los anónimos fundadores de Centros de Estudios Sociales de la “Pampa gringa”, y de las Bibliotecas Populares de pueblos y ciudades, para reinstalar prácticas de trabajo social que desde principios de siglo XX hasta la década de los cuarenta, fueron habituales en las capas populares.

Pedro Milesi (92) murió en Buenos Aires en el invierno de 1981. En marzo de 1976, había escapado de Córdoba dejando abandonado su hogar, alertado por los secuestros y desapariciones de muchos de sus amigos. Otros le dieron asilo y lo cuidaron, en distintas partes del país, hasta su muerte.

Poco tiempo después, algunos de esos amigos acordaron levantar una Biblioteca como homenaje a su trayectoria y como manifestación del compromiso de cuestionar al capitalismo y postular una sociedad más justa.

Desde 1982 hasta 1988, se recibieron donaciones personales de estudiantes, trabajadores, y profesionales, que lo habían conocido o que compartían el propósito de levantar una Biblioteca. El 28 de noviembre de 1988 se formalizó el acta constitutiva de la Fundación que lleva su nombre.

Los fundadores y simpatizantes son obreros, artesanos, profesionales e intelectuales. La Biblioteca no es producto de iniciativas y actividades espontáneas de los vecinos: es una convocatoria realizada por la Fundación Pedro Milesi, desde afuera del barrio, para agrupar y movilizar a quienes tienen inquietudes por el progreso comunitario y para responder a las necesidades y demandas de tipo cultural que no son satisfechas ni por el Estado ni por las asociaciones intermedias existentes.

En 1989 la Fundación Pedro Milesi adquirió un inmueble en la esquina de Rufino Zado y José de Iriarte, en el Barrio de Bella Vista, quince cuadras al sur del Palacio de Justicia, en la ciudad de Córdoba. Abrimos nuestras puertas con la propuesta de un espacio de lectura, reflexión e intercambio de problemas y pareceres para adultos, en un barrio con 1800 familias de bajos y muy bajos ingresos, poblado por artesanos, obreros industriales, pequeños comerciantes y algunos empleados públicos. Pero, con el correr de los meses, decenas de niños exigieron atención, demandaron actividades y se apropiaron de ese espacio. El actual salón de lectura supo ser un depósito de forrajes. Tiempo después nos informaron que allí había funcionado el primer Centro Cultural del barrio.

Así, la Biblioteca abrió formalmente sus puertas el 4 de junio de 1990. Comenzamos con una cincuentena de volúmenes, un salón de cincuenta metros cubiertos, una bibliotecaria y una docente. Los arquitectos, B. Elkin, A. Falú y M. Curutchet, diseñaron un proyecto de desarrollo de la sede, y con una nueva colecta se refaccionó el salón de lectura. Parte de este trabajo fue realizado con la voluntad de vecinos más cercanos y de amigos que compartían objetivos y propuestas.

En 1991 la Swedish International Development Authority, otorgó, a través de Birkagarden–Latina, un subsidio, a percibir en tres cuotas anuales, para terminar el proyecto de sede, adquirir una fotocopiadora y solventar algunos gastos en útiles y muebles, así como una beca mensual de ciento cincuenta dólares para remunerar un coordinador. Cuando finalizó el proyecto, el 30 de junio de 1994, la sede contaba con casi 400 metros cubiertos. La Fundación Pedro Milesi había invertido veinticinco mil dólares provenientes de donaciones y colectas. En los comienzos, la estructura edilicia de la Biblioteca, contaba con una vivienda completa para el coordinador. Víctor Uriarte, un vecino y suscriptor de la biblioteca, levantó el edificio con sus propias manos y la ayuda eventual de un asistente.

El vocal José Ponce, nacido en Bella Vista, vivió en la Biblioteca hasta agosto de 1990, y realizó la delicada tarea de convocar a los vecinos, coordinar los trabajos para terminar la construcción del salón y organizar la primera Comisión Promotora integrada por vecinos.

Gradualmente fue creciendo el equipo de trabajo. En 1990 una docente retirada, Alicia Comini, se ofreció a atender a los niños, y María M. Masera (hija de uno de los fundadores), fue entrenada en las técnicas bibliotecarias por Blanca N. Caminotti, entonces secretaria de la Federación de Bibliotecas Populares de la provincia de Córdoba, en la Biblioteca Benjamín Matienzo, con beca de la Fundación Pedro Milesi.

El primer coordinador que ocupó la vivienda cuando Ponce se mudó a otro barrio, y que trabajó ad honoren, fue Pablo Fernández, entonces estudiante de Ciencias de la Educación, egresado de la carrera de Animador Cultural de INESCER de Villa María. En 1994 se licenció con una tesis sobre “Las Prácticas Pedagógicas en la Biblioteca Popular de Bella Vista” . Lo sucedió Juan Abratte, de larga trayectoria en la docencia.

La Fundación Pedro Milesi y Biblioteca Popular de Bella Vista, cuenta con cuatro inmuebles propios y uno en comodato, con más de veinte talleres culturales coordinados por medio centenar de personas entre becarios y voluntarios.

La demanda de los vecinos, espontánea, no estructurada, se basa fundamentalmente, en el requerimiento de herramientas para la supervivencia, expresado en el nivel instrumental, aunque con el paso del tiempo y la estimulación han aparecido requerimientos relacionados con el conocimiento por sí mismo y, más frecuentemente, gratificaciones que tienen que ver con la expresión o la salud.

La oferta brindada por la FPM, osciló entre:

1) La valorización de los aprendizajes que se traducen en el desarrollo de aptitudes que pueden operar como instrumentos para elevar la calidad de vida.

2) La respuesta directa, acotada a aquella demanda institucional.

A la fecha compartimos un crecimiento que abarca infraestructura, diversificación de áreas de aprendizaje, integración de agentes educativos, articulación con otras instituciones, visibilidad y representatividad. Al mismo tiempo se manifiestan carencias y defectos: fundamentalmente en la yuxtaposición de las áreas, la escasa organicidad de las articulaciones, así como un nivel insatisfactorio en los diagnósticos formales, en la evaluación y en la intercomunicación de las experiencias y su sistematización.

De todos modos, el trayecto recorrido ha ayudado a asentar definiciones. Hoy, tanto para nosotros como para nuestro entorno barrial, así como las instituciones comunitarias, nuestra Biblioteca es un espacio donde todos somos protagonistas de aprendizajes.